Biotopos de ensueño en los cerros de Mavecure
La selva tropical de toda la región que rodea Puerto Inírida hasta la frontera venezolana y más allá es llana. Por eso, en la temporada de lluvias los ríos inundan también las comarcas colindantes hasta bien entrados en el país. Cuando se navega el río Inírida en dirección a Mavecure río arriba es impresionante ver cómo de repente se elevan de la selva baja los tres cerros de Mavecure.
¡El más alto (Pajarito) tiene 712 m de altura! El cerro más bajo tiene una altura de 170 m y se puede ascender para disfrutar de unas vistas increíblemente bonitas de la selva. Sin embargo, la excursión empieza antes del amanecer. De lo contrario, haría demasiado calor durante la subida.
Por los alrededores de los cerros hay diversos biotopos, cada uno de los cuales fue digno de visitar.
El río turbio que se convirtió en paraíso
Mientras que el equipo 1 formado por 11 personas ascendía el cerro Mavicure, el director de la expedición Heiko Blessin investigaba el curso de un río situado entre el campamento y el cerro. Aquí está su informe:
«Cuando estuvimos aquí en febrero había tantas ramas muertas en el río que era imposible hacer snorkel en la primera parte. ¡No se podía acceder al pequeño río de ninguna manera! Ahora con la crecida, la situación era diferente. Me llevé una cámara sumergible y una ActionCam y empecé a hacer snorkel en dirección río arriba.
Como es natural, el agua estaba turbia porque el río principal Inírida confluía en el pequeño río, determinando así la «calidad del agua». Pero en algún momento el agua tenía que aclararse, ya que el río nacía en una región montañosa detrás del cerro principal Mavicure. De vez en cuando extendía el brazo para comprobar si la visibilidad seguía limitada a la longitud del brazo.
Lo más difícil era seguir el curso del río. Estaba a la altura de las copas de los arbustos y árboles y a veces no tenía claro si estaba en el propio curso del río o en medio del bosque. Estuve haciendo snorkel así durante más de una hora. Siempre esperando que el agua cambiase. Después de alrededor de 1 hora y media llegué a dos bloques de roca enormes que había en el río y que formaban una barrera. Y hete aquí que, justo detrás de las rocas, el agua era cristalina aunque teñida de un color pardo. Era realmente como cuando se usa el limpiaparabrisas por primera vez en el coche cuando llueve mucho. ¡Una experiencia inolvidable!
Unos 20 minutos más tarde el río, cuyo agua cada vez contenía menos aguas negras (agua teñida de color pardo por las sustancias húmicas del suelo del bosque), acababa en una laguna delimitada por el borde del bosque y piedras o rocas gigantes.
Esto era el sueño de cualquier acuariófilo: ante el borde hundido, cubierto de musgo y helechos, nadaban cardúmenes enormes de tetras de ojos rojos (una especie de carácido). Los loricáridos (Ancistrus spec.) mordisqueaban las raíces de madera y cíclidos varios estaban de espectadores observándome curiosos. Se trataba de Cichla temensis, Mesonauta insignis, Heros, Geophagus, Biotodoma y algunos más. En las partes menos profundas también se veían pequeños cardúmenes de tetras cardenal, pero no vi ni escalares altum ni rayas.
Sobre las rocas pude seguir el tramo del arroyo, que ahora tenía tan solo un metro de anchura, algo río arriba por algunas pozas. En cada poza me metía en el agua y admiraba curioso la fauna piscícola existente. Aparentemente, los peces que me encontré no estaban acostumbrados al ser humano y me escudriñaron brevemente con curiosidad. En estos segundos se podía hacer buenas fotos. Los peces se escondieron después por si acaso entre las ramas muertas y las piedras.
En un mini estanque y luego en otros puntos (una vez que acostumbré la vista para encontrar estos animales) descubrí gambas preciosas de unos 4 cm de longitud, que con su largo rostrum se parecían a las grandes gambas pinocho. Una vez concentrado en detectar animales pequeños, también descubrí pequeños carácidos de fondo merodeando por las ramas.
Cuando miré el reloj me di cuenta de que ya tenía que ir volviendo, porque el camino de vuelta era largo y mi equipo debería estar de vuelta de su ascensión al cerro dentro de 1 o 2 horas más o menos. Afligido dejé este lugar tan interesante pero con la certeza de volver con el equipo.»
Mini estanques en una sabana de arena
El equipo había descubierto desde el cerro unas lagunas en un paisaje arenoso. Así que el último día de Mavecure nos pusimos en marcha a pie para encontrar los estanques y ver lo que vivía en ellos. Fue una caminata ardua sobre rocas, a través de densos matorrales, pasando por superficies cenagosas y, finalmente, atravesando un paisaje arenoso semejante a la sabana. El primer miembro de la expedición que se atrevió a meterse en uno de los estanques con cuidado descubrió incluso escalares altum que, lamentablemente, se volvieron rápidamente a las profundidades cubiertas de plantas del estanque. En las aguas poco profundas también se podían ver de nuevo Cichla temensis y algunos carácidos. Justo debajo de la superficie del agua nadaban killis, cuya especie lamentablemente no pudimos determinar.
Una flora muy especial
Nuestro miembro de la expedición Andreas era el experto en plantas y nos informó de que la flora sobre las rocas de alrededor de los cerros de Mavecure era una flora muy especial. Muchas especies de plantas eran raras y algunas probablemente incluso endémicas. A nosotros los acuariófilos nos encanta siempre tener con nosotros a alguien que sepa tanto de otros temas (¡gracias a Andi!).
Un riachuelo con miniacuarios
Enfrente del cerro Mavicure y, por tanto, al lado del cerro Mono, pasaba un río que después de varios cientos de metros se convertía en varios arroyos que, en parte, llevaban aguas claras y no aguas negras. La fauna piscícola cambió de inmediato. ¡Allí vimos tetras rociadores (Copella) y cíclidos enanos (Laetacara) por primera vez! Las charcas eran muy pequeñas y no era fácil sentarse con cuidado unos al lado de otros en una charca para observar las fascinantes especies de peces y ofrecerles las variedades nuevas de alimento JBL PRONOVO. Fue interesante observar que la fauna piscícola era diferente en las distintas charcas. Algunas especies de carácidos se encontraban en todas las charcas, pero los tetras rociadores y los Acaronia nassa vivían, por razones que no entendimos, en tan solo uno de los «hoyos» que estaban unidos entre sí por un tramo del arroyo sin saltos de agua. ¡El colorido de los cíclidos enanos permanecerá en nuestra memoria mucho tiempo!
En la pradera
Pero no en la que tenía una casa, sino una enorme extensión de pradera inundada en la que había tan solo 12 personas. El biotopo comenzó sin nada particularmente especial con un tramo de arroyo que se fue ensanchando poco a poco y finalmente acabó en una superficie inundada gigantesca, cuyo fondo estaba formado por troncos de árboles y plantas similares a la hierba.
Aquí pudimos hacer pruebas buenas de alimentación bajo el agua con los tetras cardenal y otras especies de peces que allí se encontraban. Fue fascinante observar cómo los tetras cardenal pillaban del agua esta comida para ellos totalmente desconocida y no la volvían a escupir, sino que se la comían de muy buena gana. Aquí también vimos por fin un «tetra cardenal jumbo» de 3 cm de longitud junto con cíclidos bandera que no tenían ninguna intención de comerse a los carácidos. Una imagen totalmente diferente a cuando se acercaba un Cichla o un tararira grande. Los tetras cardenal buscaron refugio de inmediato en la hierba cuando se acercaron los grandes depredadores. Según el comportamiento de los cardenales, los Apistogramma, Aequidens y Mesonauta no suponían ninguna amenaza.
La subida al cerro Mavicure
En los países calurosos, las actividades que requieren un esfuerzo físico empiezan siempre muy de madrugada. De lo contrario, se llegaría al calurosísimo mediodía y eso no lo aguanta cualquiera. Se puede ascender al Mavicure a partir de las 5:00 h de la mañana. La primera parte es empinada y está asegurada con una soga por si lloviese y la superficie de la roca se convirtiese en un tobogán.
Pero en la segunda parte subimos por escaleras y pendientes empinadas hasta la cima. La recompensa son unas vistas realmente increíbles de los otros dos cerros y, más a lo lejos, de más cerros y montañas que se elevan de la selva como si de cuerpos extraños se tratasen. Solo cuando se está arriba es cuando se es consciente de lo «infinita» que es la extensión de la selva. Dentro de la selva misma solo se ve el árbol de enfrente. La subida y la bajada duran alrededor de una hora respectivamente y merecen totalmente la pena. Solo si el tiempo está muy nublado no merece la pena subir del todo. En ese caso basta con llegar a la primera meseta por debajo de las nubes. Desde allí ya hay unas vistas muy bonitas, aunque no sean tan fantásticas como lo son en la cima.